lunes, 30 de noviembre de 2009

Esa oscuridad visible

Siempre me ha gustado concebir la psiquiatría como un robusto árbol de intrincadas raíces y robustas ramas; la literatura es una de sus múltiples extensiones. Los padres de la psiquiatría, los alienistas franceses, no sólo eran grandes observadores de la conducta humana, sino también talentosos escritores. A la inversa, en muchas ocasiones resulta más ilustrativo el relato literario como forma de conocer la experiencia producida por las enfermedades psiquiátricas que los mismos textos académicos.

En esta ocasión haré referencia a una obra de muy modesta extensión pero de grandes alcances; se trata de Esa oscuridad visible. Memoria de la locura del novelista norteamericano William Styron. La oscuridad a la que hace alusión el novelista es un episodio depresivo mayor por el cual atravezó a mediados de los años ochenta.

El relato autobiográfico de Styron cobra particular valor al hacerle frente a la trivialización del término depresión, el mismo que se utiliza "indiferentemente para describir un declive económico o un bache en el suelo". Para el autor, la palabra depresión es "insípida" y no hace alusión alguna a la "malevolencia intrínseca" del trastorno, impidiendo que las personas que no lo han padecido puedan percatarse de la "horrible intensidad" y la capacidad de devastación de la enfermedad. El autor apuesta por el retorno al concepto de melancolia, al menos más cercano a la naturaleza de las variantes graves del padecimiento. Como buen escritor, Styron encuentra en una analogía la mejor manera de describir brevemente la experiencia melancólica: una tormenta, una tempestad en el cerebro.

Desde su publicación en 1990, Esa oscuridad visible ha permitido que el gran público tenga una idea lo más cercana posible a la realidad de un episodio depresivo. En unas cuantas páginas el autor transmite la vivencia de las alteraciones de los ritmos de sueño y vigilia, el sufrimiento emocional que se transmuta en malestar físico, la sensación constante de desasosiego, la total incapacidad para disfrutar, la sensación de pérdida, la deseperanza y, finalmente, la búsqueda de la autodestrucción. Quienes hayan padecido estos síntomas encontrarán en Esa oscuridad visible una recapitulación de su propia vivencia; para los psiquiatras, su lectura nos puede ayudar a transmitir de una forma más eficaz el aliento que el paciente abatido por la depresión necesita para superar el trance. Las palabras finales de la obra de Styron proporcionan la perspectiva de recuperación que el médico tratante nunca debe perder de vista con sus pacientes:

"... quienquiera que haya recuperado su salud ha recuperado casi siempre la capacidad de serenidad y alegría, y esto puede ser la compensanción suficiente por haber soportado esta desesperanza más allá de la desesperanza."